La vida está llena de adioses, pero no todos los adioses son iguales.
Los mas sencillos son los que pronunciamos como automatismos, ante aquellas cosas o personas que no calaron nuestra piél.
Otros están cargados de esperanza en el retorno; sabemos que la distancia no borrará su recuerdo, ni el deseo de volver.
También los hay desgarradores, pero necesarios para sobrevivir. Esperamos que la distancia borre la nitidez de su estela y el tiempo haga su trabajo en el olvido.
Los adioses pueden llegar a ser concéntricos. Los pronunciamos con seguridad pero sabemos que volveremos a encontrarnos, sobre todo cuando los decimos con la voz de la razón a sabiendas de la traición del corazón, que siempre gana su batalla. Son los adioses que van cubriéndonos con la corteza que protege del dolor y el desengaño. Como árboles milenarios si nos abrieran escribimos nuestra historia incapaces de avanzar.
Atada al reencuentro inevitable con tus besos y abrazos voy creando mi coraza ante el mundo, silenciando mis razones para olvidarte y engañándome en cada despedida, que duran lo que tardas tú en buscarme y yo en reencontrarte.
Chica, hay que tener el coraje de despedirse de quien no nos hace ningún bien.Es cuestión de preservar tu autoestima. Animo!!
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