EL BALCON DE LOLA

No soy escritora, pero me gusta coquetear con las palabras y alinearlas en cuentos e historias. Aquí quedan todos colgados en este balcón, para que tú puedas recrearlos, y yo sacar mis sombras a orearse. Lo hago sin ánimo de ofender, sin pretensiones de deslumbrar, tan sólo con la intención de compartir con quien pase a mirar y tal vez se quiera quedar.

viernes, 25 de noviembre de 2011

SOSIEGO



           Al fin se queda sola. Cuando todos se marcharon de la casa de campo, ella se sentía agotada.Solo le acompaña, como siempre, su  hijo, que  también se había rendido al sueño y descansaba en la cama grande con la promesa de que ella  iría pronto a dormir con él.

           Se acercó a la chimenea y atizó el fuego; se dejó caer en el sillón amarillo rindiéndose al cansancio ; atender a la familia, mostrarse agradable con todos, estar pendiente de que no faltara nada, el bullicio de los sobrinos, el ajetreo de los platos de la comida, la conversación insípida, todo la había agotado, sometiéndola a la realidad de la cotidianidad familiar.

           Ahora, en el refugio del sillón, llegaba su añorada soledad. Después de su divorcio había construido con ella una buena relación, la consideraba una buena amiga con la que compartir los mejores momentos; el fuego con su presencia cálida y silenciosa hacía más placentera la ocasión.

           El vestido azul, ajado por  las idas y venidas en  el jardín de la casa, sus pies descalzos arrullados al calor del fuego , sus manos resguardadas en el regazo de los bolsillos y su cabeza reposando en el respaldo del sillón ofrecían  la posición perfecta para desprenderse de todo lo  que no le importaba . Recuperaba su silencio al mismo tiempo  que se  llenaba de recuerdos  en forma de  imágenes . Ya no había heridas, ni pena ni dolor, ni preguntas sin respuestas, el tiempo había hecho su trabajo cicatrizando las marcas físicas y las del alma en un olvido lleno de memoria limpia y organizada para sobrevivir. Era su mejor momento del día y quería disfrutarlo.

martes, 15 de noviembre de 2011

¡VOLAR !


         Era un bonito día de primavera. El sol entraba a raudales por la ventana. Postrado en la cama del hospital “San Juan”, Icaro sacaba fuerzas de flaquezas para intentar extender las piernas entre las sábanas que le cubrían. A decir verdad, le molestaba tanta luz haciendo brillar los objetos tan extraños  que le rodeaban. Se cubrió con la sábana tapándose la cabeza y se centró en sus pensamientos.
     Reflexionó sobre cómo había llegado a esa decadencia física, o acaso ésta era el resultado de algo más que aún no llegaba a entender. El recordaba una mala racha, unos tiempos que se fueron torciendo  justo cuando estaba tocando el éxito profesional.
     ¿Acaso no se había matado trabajando, no era el mejor ejecutivo de la multinacional “Creta S.A.? ¿ no llevaba a casa los mejores dividendos para que no faltase de nada?. Es verdad que hacía muchas horas en la carretera, en reuniones y viajes interminables con “amigos” que le señalaban el camino del éxito y las reglas del viaje. Cuando su cuerpo se agotaba o su mente no daba más de sí, se reponía con ese polvo blanco que le ofreció su jefe. Era un acicate poder compartir con él momentos de euforia y relax. No entendió el griterío y alboroto de su familia cuando descubrieron en su chaqueta el envoltorio de la cocaína.
     En especial fue difícil con su padre, Dédalo, al que en otros tiempos se había sentido tan unido. A qué venían ahora tantas advertencias? ¿ no fue él el que le enseñó que ascender y superarse eran el camino de la libertad?.

-       Por ahí no vas bien, Icaro.- había sentenciado cuando discutieron.
- Pero padre, yo sé dónde me meto y además lo controlo perfectamente.-
-     Tendrás que parar y pensar dónde quieres llegar. ¿Merece la pena?-

     Pero él continuó con la misma vida, sin pararse , porque eso es de débiles y él no lo era. Además estaba el reconocimiento de sus compañeros y sus jefes, ¡esa palmadita en la espalda que tanto le reconfortaba!
    La última reunión fue muy intensa, en ella se estaba fraguando su ascenso al Comité Ejecutivo  y de ahí a la dirección quedaba un paso; después de la tensión liberada necesitaba tomarse una copas con los “amigos”. Recuerda que la juerga se prolongó y que al coger el coche, por un instante pensó no hacerlo, pero no se paró.
    De esto y del  accidente han pasado ya varios meses y sigue postrado en una cama que no es la suya,  sin acertar a  mover las piernas,  mientras el sol entra sin permiso por la ventana de la  habitación. Icaro se queda parado, no le queda más remedio, ya no lo puede controlar, ya no depende nada de él.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL COMIENZO

     Aquella mañana él llegó de uno de sus viajes más temprano que de costumbre. Sus negocios eran así y yo asumía aquellas ausencias, cada vez más repetidas y prolongadas, con la complicidad de la  mujer que le adoraba y de la  madre que no conocía otro oficio que cuidar a sus hijos con esmero.
      Aquella noche había sido tranquila, de no ser por la ausencia de la llamada a la que me tenía acostumbrada.

- Todo ha ido bien. Estoy cansado y en el hotel. Me voy a dormir. Un beso a los niños. Os quiero. Buenas noches.-

     Aquella  noche no hubo llamadas.  Recuerdo mis ojos mirando al teléfono expectantes, deseosos;  mi cabeza llena de pensamientos y presagios que revoloteaban como moscardones negros y una sombra negra de traición lacerante que comenzaba a cavar un enorme agujero en algún lugar extraño que desconocía en mi cuerpo. El sueño y el cansancio del ajetreo diario los vencieron.
     El pasó al despacho y soltó su maletín. Yo, que aún me encontraba en duermevela le seguí para ofrecerle un café. Así lo hacía siempre. Era el momento  del reencuentro, de la charla distendida, de las anécdotas.  Así era siempre.

- Tenemos que hablar – dijo.
- Sí, supongo. Ha ocurrido algo? Anoche no pude hablar contigo, tu teléfono no respondía y me quedé preocupada.-
- Bueno, quiero que lo entiendas. No podía hablar. No estaba solo.-

          Mis manos agarraron el respaldo del sillón en un intento de encontrar algo sólido. El terciopelo verde me devolvió su tacto suave.

- Quieres decir que estabas con ella?. -
- Si. No voy a mentirte.-

   Entonces sí busqué el sillón para dejarme caer en él. Volvieron los moscardones a mi cabeza con sus zumbidos, impidiéndome cualquier reflejo de respuesta medianamente humana. 

- Tenía que decírtelo. Me marcho esta tarde y no volveré.-
  
     Y siguió hablando para explicarme lo complicada que es la vida, lo duro que había sido tomar esa decisión y lo endemoniadamente complicado que le resultaba decírmelo.
     Mientras mis ojos  pasaban  revista a los libros apilados cuidadosamente en las estanterías; tamaños, temas, colores, cada cual estaba siempre en su lugar, yo me encargaba de ello en las tareas que ocupaban mis días. Ahora lo hacía  en  un intento de encontrar la armonía y el orden de siempre. Con ello apartaba la desazón, el dolor y ese vacío que iban acampando como la niebla que invade el colorido del paisaje que amamos.

- No te esfuerces. Ya sé que me quieres. Te apetece  ahora un café?.


P.D.  Como os ha causado perplejidad, tengo que deciros que este post no es autobiográfico. Casi nada de lo que escribo lo es, aunque mi "mirada" sobre el relato os recuerde a mí.¿ Acaso existe algún escritor que no refleje su visión sobre lo que escribe?. En los relatos trato de crear historias que provoquen emociones , no contaros mi propia historia. ! Sería demasiado aburrido!