EL BALCON DE LOLA

No soy escritora, pero me gusta coquetear con las palabras y alinearlas en cuentos e historias. Aquí quedan todos colgados en este balcón, para que tú puedas recrearlos, y yo sacar mis sombras a orearse. Lo hago sin ánimo de ofender, sin pretensiones de deslumbrar, tan sólo con la intención de compartir con quien pase a mirar y tal vez se quiera quedar.

domingo, 13 de marzo de 2011

EL FUNERAL

Hace unos días asistí al funeral de un familiar.A estas ocasiones me lleva más el acto social en sí que el marco religioso en el que se desarrolla, pero fue la ocasión de reencontrarme con  las palabras y el espacio físico de lo que en otros tiempos asumí como propio.
No sé si fue lo fastuoso de templo o las frases escuchadas las que me provocaron un estado disonante en el que aún me encuentro. Me agradó que ante lo que estábamos no era un cadáver, sino una vida que se terminaba, aún así, tuve que redefinir todo lo que oía para sintonizar con lo que allí  pretendíamos.

                 " Con una palabra tuya bastará para sanarme". !Qué hermoso! pensaba yo mientras recordaba  ocasiones de mi vida marcadas por la incomunicación, fácil decir que es en el amor ;  el dolor que causa una palabra no dicha y el poder de curación de otra pronunciada a tiempo. Pero no sé si el sacerdote se refería a  lo mismo.

                  " El aceite del consuelo y el vino de la esperanza" .Magnifica metáfora, me decía. Sólo los que lo hemos  pasado mal sabemos que unas buenas tostadas de aceite o un buen vino con una amiga nos traen el consuelo y la esperanza.

El sacerdote seguía hablando de un cuerpo y de miembros anexionados que somos a ese cuerpo. Yo pensaba en la difunta que había donado todos sus órganos y la imaginaba siendo un miembro defectuoso de ese cuerpo al que todos pertenecemos. Creo que se refería al mismo anhelo que sentimos de estar unidos a quien amamos.

               " Baja, Padre amado, a abrir a nuestra hermana la puerta de tu mansión" . Una humilde mujer que había vivido de manera sencilla toda su vida, la vi recorriendo una enorme y majestuosa escalinata y arriba era  recibida con los honores de una reina. Bueno, siempre que se le considerara merecedora de ello.

                 No quiero ser irreverente. Siempre fui respetuosa con las creencias ajenas, salvo con aquellas que dañan a otros o a su libertad. Y estas no lo son. Pero podría haber formas más directas, palabras más sencillas para explicar el paso de la muerte. No puedo evitar sentirme perpleja ante la difícil traducción que tuve que hacer. O acaso compartíamos el sacerdote y yo el mismo espíritu , pero con distinta melodía.