EL BALCON DE LOLA

No soy escritora, pero me gusta coquetear con las palabras y alinearlas en cuentos e historias. Aquí quedan todos colgados en este balcón, para que tú puedas recrearlos, y yo sacar mis sombras a orearse. Lo hago sin ánimo de ofender, sin pretensiones de deslumbrar, tan sólo con la intención de compartir con quien pase a mirar y tal vez se quiera quedar.

martes, 15 de noviembre de 2011

¡VOLAR !


         Era un bonito día de primavera. El sol entraba a raudales por la ventana. Postrado en la cama del hospital “San Juan”, Icaro sacaba fuerzas de flaquezas para intentar extender las piernas entre las sábanas que le cubrían. A decir verdad, le molestaba tanta luz haciendo brillar los objetos tan extraños  que le rodeaban. Se cubrió con la sábana tapándose la cabeza y se centró en sus pensamientos.
     Reflexionó sobre cómo había llegado a esa decadencia física, o acaso ésta era el resultado de algo más que aún no llegaba a entender. El recordaba una mala racha, unos tiempos que se fueron torciendo  justo cuando estaba tocando el éxito profesional.
     ¿Acaso no se había matado trabajando, no era el mejor ejecutivo de la multinacional “Creta S.A.? ¿ no llevaba a casa los mejores dividendos para que no faltase de nada?. Es verdad que hacía muchas horas en la carretera, en reuniones y viajes interminables con “amigos” que le señalaban el camino del éxito y las reglas del viaje. Cuando su cuerpo se agotaba o su mente no daba más de sí, se reponía con ese polvo blanco que le ofreció su jefe. Era un acicate poder compartir con él momentos de euforia y relax. No entendió el griterío y alboroto de su familia cuando descubrieron en su chaqueta el envoltorio de la cocaína.
     En especial fue difícil con su padre, Dédalo, al que en otros tiempos se había sentido tan unido. A qué venían ahora tantas advertencias? ¿ no fue él el que le enseñó que ascender y superarse eran el camino de la libertad?.

-       Por ahí no vas bien, Icaro.- había sentenciado cuando discutieron.
- Pero padre, yo sé dónde me meto y además lo controlo perfectamente.-
-     Tendrás que parar y pensar dónde quieres llegar. ¿Merece la pena?-

     Pero él continuó con la misma vida, sin pararse , porque eso es de débiles y él no lo era. Además estaba el reconocimiento de sus compañeros y sus jefes, ¡esa palmadita en la espalda que tanto le reconfortaba!
    La última reunión fue muy intensa, en ella se estaba fraguando su ascenso al Comité Ejecutivo  y de ahí a la dirección quedaba un paso; después de la tensión liberada necesitaba tomarse una copas con los “amigos”. Recuerda que la juerga se prolongó y que al coger el coche, por un instante pensó no hacerlo, pero no se paró.
    De esto y del  accidente han pasado ya varios meses y sigue postrado en una cama que no es la suya,  sin acertar a  mover las piernas,  mientras el sol entra sin permiso por la ventana de la  habitación. Icaro se queda parado, no le queda más remedio, ya no lo puede controlar, ya no depende nada de él.