EL BALCON DE LOLA

No soy escritora, pero me gusta coquetear con las palabras y alinearlas en cuentos e historias. Aquí quedan todos colgados en este balcón, para que tú puedas recrearlos, y yo sacar mis sombras a orearse. Lo hago sin ánimo de ofender, sin pretensiones de deslumbrar, tan sólo con la intención de compartir con quien pase a mirar y tal vez se quiera quedar.

jueves, 3 de marzo de 2011

VIVIENDO , GERUNDIO Y MITO.



       El paso de los años no sólo nos aporta vejez, sino también sabiduría.Este hecho común no pasa desapercibido para nadie que mira hacia atrás. Cuando nos permitimos esta mirada retrospectiva lo mejor es la evocación de aquellos episodios pasados que fueron hilando una historia protagonizada por nosotras mismas.
       No me gusta la palabra destino. Nunca la entendí. Nada se me dió escrito de antemano y creo que a nadie se le puede eximir de escribir con puño firme cada acto, cada palabra, cada suceso....
          Cuando pude pilotar mi propia vida conocí la libertad de dibujar cada día los caminos de la felicidad, o al menos de aquello que se me antojaba como tal, a veces sin saber bien si lo era ; confundiendo mis sueños y mis emociones con lo reglamentariamente esperado de mí anduve correteando mil y una formas de mujer.

        Ahora con la sabiduría de los años me permito reconciliarme conmigo misma viéndome reflejada en tantas historias de mujeres que ocuparon la mitología. Sin saber por qué creo que ellas siguen perpetuándose eternamente en nosotras.
        Comencé siendo una Galatea, esculpida por su Pigmalión a su imagen y semejanza. Era sencillo que él me adorara y para mí, sentirme venerada.Pero duró poco el tránsito. Me transformé en la desafiante Antígona, hija de Edipo, retando las normas y encontrando valor en el sufrimiento.
        Por la enajenación que produce el amor,  me ví como una bacante, recorriendo el mundo detrás del siempre incierto dios Dionisio, divirtiéndome en sus orgías y festivales etílicos. Aquí fui yo la que derrochaba veneración ante un muro de piedra. Acabé siendo la paciente y fiel Penélope, tejiendo de día y deshaciendo de noche una maraña de sueños esperando el reencuentro.
          Otras ocasiones me dibujé como Perséphone, pasando del mundo de la luz al de las penumbras, reino tenebroso y lleno de horrores, ascendiendo y descendiéndo esperando que alguien bajara a rescatarme. El camino de vuelta lo encontré yo sola porque hoy día nadie baja al infierno a buscar a nadie.

          Aún me queda vida, espero al menos el día  de hoy, para transformarme en lo que decida. Una explicación mitológica de mi supervivencia no es más que un lujo que me permito para calmar el vértigo de vivir como quiero y seguir confundiendo los seres monstruosos y mágicos que aún nos habitan.