Esta noche ha sido la noche más corta del año. Noche empañada de magia, de costumbres ancestrales, de deseos y sueños quemados en el fuego o purificados en el agua.
Es la noche de los sueños latentes; de esos que nunca dejan de ser sueños porque nunca los alcanzamos. El embrujo de la noche nos lleva al reencuentro con los deseos que el resto del día acallamos sometiéndolos al implacable vivir gregario que hemos inventado.
Debajo de mi balcón un grupo de gente baila alrededor de la hoguera, cantan , saltan sobre el fuego invocando a la magia. El mayor sueño que buscamos es vivir y morir feliz, algo que a mí se me antoja demasiado inocente, poco humano, muy aburrido. Soy de las que creen que " en el dolor nos hacemos y en el placer nos gastamos". No sé de quién es esta frase pero la hago mía.
En noches como éstas, las emociones siguen su rumbo cavando la trampa de los deseos, que son legítimos, pero no todas las respuestas a los deseos son inteligentes, ni nos hacen bien; menos aún si responden a nuestras necesidades porque es entonces cuando suelen ser traicioneros. A mí me traicionaron los deseos de una noche de San Juan llevándome a l peor error de mi vida. Este año ya no tengo que quemar nada, todo ardió en el momento en que dejó de tener prestancia; la vulgaridad y la mediocridad arden solas.
Muchas noches tiene el año para soñar, para desear, para olvidar,para huir, para recomponer los añicos de los errores, y son largas, cortas, resplandecientes, oscuras, traicioneras o mágicas, como tú las quieras tener.